¿Académicos para qué?

¿Académicos para qué?

Una crítica al accionar docente

Dr. Héctor Rolando Santana

Son diversas las razones para no dejar de pensar sobre el docente, más en esta “nueva realidad” que nos ha tocado vivir. Pues el momento demanda que no solo se adiestre en el manejo de las técnicas informáticas, sino que vuelque su mirada hacia afuera, más allá del aula, sea virtual o no.

Ya las aulas no son suficientes para mostrar realmente su capacidad, ni mucho menos ante los que no quieren compararse, sino adquirir información.

El tema ya no puede ser si es culto o no; pues la idea del intelectual francés ha muerto; el problema no debe ser si es por competencia o no, ni mucho menos si el docente se adapta a lo que la educación  como sistema la demanda.

De manera que, hay que dejar atrás a la idea de preocuparse más por responder a las condiciones que le permitan adentrarse al sistema y sobrevivir en él, rebajando en sí, muchas sin pensarlo ni quererlo, su categoría de ser lumbrera ante una sociedad y mucho menos ser ejemplo de críticas ante sus alumnos.

Las exigencias del hoy, demandan que el docente sea un francotirador ante el Estatus Cuo, poniendo su impronta de especialización en mostrar una cara que comúnmente el común no puede encontrar.

Solo imaginar, el papel del economista en mostrar hacia dónde nos llevan las tendencias económicas; del filósofo en desmenuzar el accionar y decisiones de los gobernantes; de los historiadores, para que nos conduzcan a entender las salidas que se han presentado en tiempos anteriores a situaciones similares a las que hoy nos han tocado vivir; y qué no decir de los médicos. Y así un sinfín de académicos que puedan hacer sus grandes aportes.

En una sociedad que el docente se lustre hacia fuera, generaría confianza, más allá del respeto; inspiración más allá que sumisión. Pero, la realidad es que pensar la posibilidad de perder las garantías y comodidades lo conducen a acomodarse en la academia, que no es más que fruto de temor de enfrentar el  Estatus Cuo, por ende se adapta y en silencio vive en él.


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