Pedro Henríquez Ureña: “Seis ensayos en busca de nuestra propia expresión” Análisis
Dr. Héctor Rolando Santana
En esta concepción
tomamos en cuenta el pasado, pues la crítica se centrará en resaltar la
influencia de la herencia europeizante
Aclarar que esta
obra es un trabajo arduo de 15 años que se encuentra de manera más íntegra en
“el descontento y la promesa”.
Mediante este
ejercicio, nuestra indagación muestra que las características que Don Pedro imprimió
a sus diversos proyectos editoriales lo ubican en una posición particular del
campo académico y cultural local, aunque no completamente de aquel periodo, una
posición que podríamos resumir de resistencia, pues ya el mismo Ernesto Sábato manifestaba que nunca
pasó a ser profesor titular, aun a sabiendas de que sobrepasaba a quienes lo
encabezaban, mas no se le perdonó el ser dominicano.
Sus críticas
contemplan una firme independencia filosófica, histórica e ideológica.
Asimismo, en un esfuerzo por inscribir sus iniciativas dentro del entramado
social del que formaron parte, este trabajo constituye una aproximación a los
desafíos de replantear nuestro pasado.
Coyuntura de la obra:
Es importante
destacar que la Argentina de principio de siglo XIX, aún más allá de superar los 100 años de su
fundación, buscaba explicaciones y soluciones
en distintos aspectos del pasado lejano.
Es decir, esta
sociedad del siglo XIX que había comenzado a crear un perfil propio en los años
1880 era completamente distinta de la que protagonizado las experiencias
históricas de las épocas anteriores. De manera que, la argentina de este siglo
construye el espíritu incomparable que pone de manifiesto su carácter
inconcluso, pues por si misma se definía por la novedad y diversidad de los
problemas que le devienen de la misma sociedad.
De modo que, en esta coyuntura es la que entra Don Pedro
Henríquez Ureña, que ante la
situación temporal del historiador y la interpretación del pasado, deja clara
la intención de ensayar la compleja prueba que lo induce a ofrecer una
interpretación general, no una interpretación externa, sino interior a su
realidad, mostrando su crítica como una respuesta al fracaso de las élites de
la sociedad Argentina, al no ofrecer soluciones a la grieta sociocultural que
ameritaba una transformación que nos induzca a pensar nuestra América desde nuestra América.
El Descontento y la promesa
En sus ensayos, Don
Pedro manifiesta que aún más allá de la revolución espiritual de los pueblos, aún
se mantiene las palabras del Rey Loco, haciendo alusión a la herencia europea
que aún permanece como imposición cultural.
Así que aun saliendo
de la espesa nube colonial, era necesaria la creación no solo de nuevas
tierras, sino de nuevas artes, poesías, pues nuestra libertad dependía de esta
expresión.
De modo que, a
este lineamiento resurge la temática de
la independencia literaria, como
primera muestra de cultivo y paso a la creación de nuestra expresión. Siendo de
este modo, la literatura una manera clásica de libertad pero propia de la
intención revolucionaria. A este parecer, hace mención Don Pedro de Juan María Gutiérrez,
de su gran antología, de “la América Poética” escrita en 1846.
Más allá de lo que
debió ser, Don Pedro Manifiesta que “nuestra literatura absorbió ávidamente
agua de todos los ríos nativos: la naturaleza; la vida del campo, sedentaria y
nómada; la tradición indígena; los recuerdos de la época colonial; las hazañas
de los libertadores; la agitación política del momento…
Pero, la inundación
romántica duró mucho, demasiado diría Don Pedro; afianzada por nuevos
escritores, que excusados en el pretexto de inspiración y espontaneidad se
alojaron en la pereza. “Esta pereza no
se quedó detrás a los cuarenta días bíblicos, sino a los cuarenta años”.
Es en este modo que
pensar en américa no los hacía plantear sus propias categorías, analizar su
realidad desde su vivencia, desde el hombre americano, sino que lo hacían
tomando como ejemplo a Europa.
Nuestro autor ante
El descontento que provoca al fin la insurrección necesaria, manifiesta el
pesar de otros autores, como él es caso de Rubén Darío, quien expresase en su
obra “prosas profanas” detesta la
vida y el tiempo en que le tocó nacer, resaltando que “solo han sido grandes en América aquellos que han desenvuelto por la
palabra o por la acción un sentimiento americano”. (Pág. 6).
Según Pedro
Henríquez Ureña, cada 100 años se
renueva las quejas con nuestros antepasados, pues han vivido atentos a Europa, sin
tener ojos para el mundo que los rodea. De
modo que han olvidado que el descontento no solo es con Europa, sino
también a los europeizantes e Hispanizantes, que al parecer enfermos de
cultura, quedan hipnotizados por toda cosa que no haya sido trasplantada a
nuestros suelos.
Al parecer no veían
nuestros escritores con vergüenza las imitaciones, queriendo, como en la edad
media, aprender y aplicar las normas que daba la Francia del Norte.
Concluyo, mi
ponencia con estas palabras de Don Pedro:
“El problema de la
expresión genuina de cada pueblo está en la esencia de la revolución romántica,
junto con la negación de los fundamentos
de toda doctrina retórica, de toda fe en las “reglas del arte” como la clave de
la creación estética. Y, de generación en generación, cada pueblo afila y aguza
sus teorías nacionalistas, justamente en la medida en que la ciencia y la
maquina multiplican las uniformidades del mundo. A cada concesión práctica va unida una rebelión de ideal”.
(Pág. 7).
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